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Los fríos amaneceres por los que se caracteriza gran parte de la región boyacense han hecho de la lana un material indispensable en sus prendas, especialmente en zonas rurales. No obstante, este oficio tradicional de tejer ha dado paso a diseños contemporáneos más proclives a la moda actual.

La moda de las ovejas

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Enredada en sus manos, con un movimiento de ir y venir, y como un truco mágico, la va estirando para convertirla en un fino hilo que se enrolla en el huso. Así hila una madeja de lana doña Elena Tovar en la sala de su casa, en Villa de Leyva, Boyacá. Así lo hacían su mamá y su abuela. Una destreza más del talento campesino. Ellas, como describe la misma Elena, hilaban en su caminar “con la olla del almuerzo a la cabeza y el chino a la espalda amarrado”.

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Una herencia con más valor que el oro. Un legado de familia, de comunidad, de territorio, sociedad y cultura. Esta es la esencia que transmiten los hacedores del tejido, que, con raíces en las técnicas de los indígenas muiscas de hacer abrigo con algodón, tuvo otra materia prima en la capa que cubre a la oveja, un rumiante mamífero que llegó en el siglo XVI al suelo de Nueva Granada y se quedó amañada en los climas del altiplano cundiboyacense.

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El hilo de lana se ha ido desenrollando de su madeja para tejer un legado cultural de generaciones. “Esa tradición viene desde mis abuelos”, cuenta doña Berta Chaparro, hilandera del taller Tejidos Rebancá en Iza, Boyacá. Frota sus manos laboriosas y las mira mientras recuerda. “Yo tengo 73 años y había empezado a hilar por ahí a los 7”, agrega sobre su historia. A unos 40 minutos al norte, en Nobsa, unida a este tejido está doña Alba Forero, hilandera de  ‘Nopza, La oveja negra’, quien también habla de su legado familiar: “Me gusta hilar porque lo hacíamos con mi mamá. A mí me quedaron de experiencia sus enseñanzas y ahorita lo estoy aplicando”.

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Una preocupación de varios artesanos es la posibilidad de que su tradición se pierda, pues cada vez es más difícil que las generaciones que les siguen el paso se interesen por el arte de esquilar una oveja, hilar, tejer. Sin embargo, aunque a puntada lenta, esta manta generacional se sigue tramando pues hay jóvenes que le apuestan a conocer sus raíces y se enamoran de lo que pueden hacer con esto.

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Paola Sánchez, hija de doña Elena, es una de las personas a la que les aterra la idea de que la tradición con la que ha crecido en casa y su mamá ha defendido a capa y huso se pierda. Esta fue la principal motivación para haber dejado su trabajo como farmacéutica en Bogotá e idear un proyecto en el que pudiera destacar el trabajo artesanal que hace su mamá y otras tejedoras.

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 – Se tienen que exaltar las tradiciones y no solamente lo nuevo que va surgiendo sino de dónde viene todo ese proceso, porque de todas maneras un proceso industrial viene de un proceso manual.

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Afirma Paola mientras su mamá con huso en mano y recargada en el viejo telar de madera, el primero que tuvo, la escucha y mira atentamente.

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– Ese proceso viene desde los abuelos, desde muchos ancestros atrás. Es realmente un legado que se lleva en la sangre.

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Para ella dedicarse a esto es más motivante que trabajar en otra cosa. Así puede contribuir a que perdure un conocimiento ancestral.

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Nuevas Propuestas

Francisco Gómez, uno de los creadores de Tejidos Rebancá en Iza, Boyacá, y su equipo de trabajo, en el cuál la mayoría son jóvenes, se unen al valor y responsabilidad de perpetuar y seguir tejiendo este legado. “El escenario en Iza es mucho más que ese escenario rico en la tradición, es decir hay como una serie de narrativas muy arraigadas a nivel territorial en las que en cada casa había un telar”, dice, y añade que antes había muchísimos tejedores y que la ruana y el hilado eran una actividad muy común. Por lo cual como creadores decidieron que al crear su taller en esta región debía alinearse con esa historia.

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“Hacemos parte de esa historia, somos herederos de esa tradición”, afirma Francisco con claridad sobre el legado que envuelve a su taller, “y sin lugar a dudas hemos intentado rescatar de alguna forma esas voces del territorio que mantienen esa tradición, que no se han quedado en el pasado, sino que han pervivido a lo largo del tiempo”.

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La voz de la tradición es la que hace eco entre las narrativas culturales de Boyacá en la actualidad. Se hace escuchar entre la demanda de estilos, diseños y espacios que puedan potenciar el arte del tejido. Si le es necesario convida coros con las propuestas contemporáneas para componer una prenda que refleja legado e innovación y que permite seguir labrando su existencia.

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Al explorar entre las montañas de Boyacá y los pueblos con murales de hilanderas, ovejas, agricultura y cultura, se encuentran algunos proyectos que se están forjando en torno a los tejidos. La creación de prendas a base de lana de oveja con propuestas de diseño diferentes que incursionan en públicos fuera del contexto donde es cotidianamente usada, abren el paso para dar a conocer y abrir más posibilidad a que perdure el legado cultural del tejido. Para ello existe una conjugación importante entre la cadena de producción tradicional y los diseños propuestos por quienes incursionan en este proceso de innovación.

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Para los talleres que le apuestan a impregnar una esencia artesanal y valor a sus productos es fundamental la línea de producción conformada por personas y su saber tradicional del proceso. Esto lo exponen los integrantes de Tejidos Rebancá cuya filosofía es tratar a personas como los hilanderos, con mucho respeto pues son la base de todo. Lo refleja doña Berta, su hilandera, quien expone que se siente orgullosa de ir al taller a ver las cosas tan bonitas que hacen, y al preguntarle si con Rebancá siente que valoran más su labor, responde:

 – ¡Claro, sumercé!, a mí nunca me han rechazado mi lanita, son personas que lo valoran a uno, lo respetan, como si fuera un miembro de la familia.

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Se le escucha entre los sonidos de un telar anclando puntadas y el devanado de una madeja del taller.

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Los colores llamativos, dibujos en las prendas, figuras estampadas y formas de uso creativas, son algunas de las características de las ruanas, abrigos, bolsos y productos que adornan los talleres que buscan brindar a sus clientes piezas únicas. Piezas llenas de un significado, una historia, el sello de manos sabías de un oficio, una artesanía. Para ello el proceso manual que es el que le impregna significado, es muy importante, pero no es fácil.

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“Detrás de cada prenda hay una línea de producción”, expone Fredy Forero, cofundador de ‘Nopza, La Oveja Negra’, mientras escarmena, es decir, limpia un trozo de lana. Alba complementa a Fredy y afirma: “es mucho tiempo de amor y dedicación a esa prenda para que en un mañana una persona la luzca”. 

 

Doña Elena tiene su taller en su casa. De entrada, se observa el telar de madera con una ruana en proceso. En el mismo cuarto hay vellones amontonados en el suelo, madejas colgadas en las paredes, cardos atados al telar y maniquíes con ruanas, abrigos y bolsos. Su equipo de trabajo es su familia. También le apuesta a ser creativa con las prendas que construye hilo a hilo en su telar, y así mismo es consciente del valor de este proceso.

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–Yo vendo una prenda digamos en 300.000 pesos, pero a la final a uno no le queda mucho. Hay que pagar la lana, hay que pagar a la persona que cuida la oveja, sobre todo para que haya un vellón como ese -

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señala un montón de lana que tiene por hilar.

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– Hay que esperar un año. Un año, para que vuelva a haber el fruto del producto.

Enumerando con sus dedos recuerda que en ese año hay que vivir, hay que comer, hay que subsistir.

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– Un vellón de esos valdrá lo que pese, unos 10.000 pesos, y hay que esperar otro año para que vuelva a haber otros 10.000 pesos, otro vellón -explica con cierta indignación por el bajo valor que dan al trabajo de quien cria las ovejas y vende su lana.

 

– Para hilar una libra de la lana una persona gasta casi ocho días, mucha gente compra la ruana, pero detrás de esa ruana hay mucha gente. La ruana ya es la prenda final, ¿qué hay detrás? La que la tejió, la señora que hiló la lana, la señora que cuidó la oveja y desde ese punto es que queremos que a la gente le importe.

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Eso que hay detrás es la base para que la pieza tenga una esencia de tradición junto a la innovación en diseños. Si la prenda admirada es resultado de una mezcla de tradición y contemporaneidad, el saber de los artesanos debe ser admirado para que quienes laboran en ello y quienes tienen cierto interés, finalmente se den cuenta que con su legado cultural pueden, como dice Alba, “creer en lo que nuestras manos tejen”.

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Este creer en lo que las manos tejen se conjuga con la riqueza de lo que la creatividad puede generar. Así lo expresa de manera sencilla la señora Elena Tovar, quien señala que lo que la ha motivado para dedicarse 40 años al arte del tejido son “las bellezas que se pueden hacer”. El saber tradicional se aplica para convertirlo en prendas diseñadas para ser diferentes. Lo cual, ha significado procesos de reinterpretación y significación para cada aportador del tejido.

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Los creadores de ‘Nopza, La oveja negra’ tuvieron claro que estos saberes eran un talento que si pulían ayudaría a potenciar su progreso en las nuevas propuestas, fue así como empezaron a capacitar a sus tejedoras para que mejoraran sus técnicas, entendieran nuevas formas de crear y potenciaran su destreza heredada de un legado regional.

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La confianza en lo que pueden hacer se hace más sólida con la comprensión de sus habilidades, lo que les permitió complementar su método de diseño. “Empezamos a capacitarnos y nos dimos cuenta que muchas de ellas tenían ese talento nato de diseñadoras, si yo veo que ella tiene la capacidad para hacerlo le digo “hágalo” y confío plenamente en la artesana”, afirma Alejandro Forero cocreador de este proyecto. Agrega que pueden inspirarse en diseños de internet pero la diferencia es que cuando una tejedora logra ese diseño, este tiene su sello y por ello no es igual al que vieron en la web, quizá producido industrialmente.

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“Es importante el enlace entre lo tradicional y las nuevas propuestas de diseño porque brinda la posibilidad de explorar el oficio, de perfeccionar las técnicas y de poder entablar puentes con otras técnicas”, expone Francisco en medio de sus creaciones y en el afán de que su equipo saque su nueva colección. Añade que “puntualmente el hilado a mano, el trabajo en el telar horizontal, y el huso de la lana de oveja son como esos tres elementos de la tradición que permiten que nosotros podamos sobre ellos implementar experimentaciones y otras técnicas que no necesariamente son de acá de Colombia, como lo son el fieltro, por ejemplo, pero siempre es a partir de esa base”. 

Más diciente, entonces, se hace esta conversación entre tradición y diseño en el Taller de Tejidos Rebancá donde confluyen las dos disciplinas desde sus creadores, Francisco que es artista plástico, y Silvino Patiño, un conocedor del mundo textil en torno a la tradición del tejido.

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– Cada pieza es una posibilidad de acercarse a esas discusiones- afirma Francisco sobre su trabajo junto a Silvino, en su acción momentánea de observar el espacio de su showroom como buscando respuestas.

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– Cada pieza muestra cómo nos hemos venido acercando o cómo van discutiendo ambas disciplinas, aunque no siento que sean como entes completamente herméticos, sino que tienen comunicación continua, que ha hecho la identidad del taller y se nutren de forma muy fácil y divertida -

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agrega mientras observa detenidamente la prenda que está de primeras en el caballete de la nueva colección, y pareciera que ésta fuera inspirando cada una de las palabras que empiezan a salir de su boca.

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– Por ejemplo, en esta prenda, hay mucho color y es algo que me gusta porque habla mucho de la pintura -

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empieza a señalar las figuras estampadas sobre aquel abrigo de lana.

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– En esta pieza yo quise, por ejemplo: trabajar más superposiciones de color, contrastes de color, colores más diluidos, saturados, una composición más densa en algunos lugares -

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refiriéndose a todas estas características a partir de proceso de tinturado en el que es especialista.

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– Y la parte textil se dio en la combinación de las fibras, por ejemplo: la seda con la lana.

Los clientes son quienes finalmente se quedan con toda esta riqueza. Los clientes, conocedores o admiradores de estos artesanos. Su objetivo finalmente es cubrir con el manto de su arte a diversidad de públicos: jóvenes, adultos, nacionales, extranjeros. A ello le ha apostado doña Elena participando en espacios como el desfile Tejiendo Moda en Villa de Leyva.

En el caso de Tejidos Rebancá, le están apostando a nuevos públicos internacionales para expandir su mercado, como, por ejemplo, la posibilidad de tener un pop up store en el extranjero, al igual que a ferias independientes en Bogotá. Han logrado asistir en varias ocasiones a Expoartesanías, por segundo año participarán en la semana de la moda de Bogotá y ferias en Medellín. Siempre, según afirma Francisco, “estando en los dos campos: en artesanía y en moda”. 

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Además, una de las variables que les ha permitido hacerse más conocidos a nivel internacional ha sido gracias al concept store Yanapuma, en el que se ofrecen algunas de sus prendas en la ciudad de Los Ángeles, California. “El contacto con Jason Momoa, actor de Hollywood, fue a través de esta tienda… porque él es una persona que está propendiendo al respeto a las comunidades indígenas, además las piezas que ofrece Rebancá se unen a su estilo des complicado, pero también lujoso”, agrega el artista. Gracias a ello, el Comité Olímpico Colombiano supo de ellos y así Rebancá diseñó las ruanas que usó la delegación colombiana en los Juegos Olímpicos de invierno de Beijing 2022, inspirada en el río Caño Cristales. “Querían hablar de la ruana, pero no querían una ruana tan clásica”, cuenta Francisco sobre esta anécdota.

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Lo clásico es algo que también 'Nopza, La oveja negra' intenta evitar pues le apuestan a la versatilidad para llegar a personas que quieran usar las prendas de lana fuera de la utilidad de cubrir el frío. “Estamos sacando productos innovadores para que se los pongan toda clase de estudiantes, gente joven, que vayan con ellos a la universidad, que vayan con ellos a la oficina, porque como les mencionábamos nosotros al principio, son prendas funcionales, que realmente la pueden utilizar cualquier día de la semana y no se siente que está repitiendo prenda”, expone Alejandro, su creador.

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La repetición que Alejandro dice evitar, finalmente se logra en cada prenda que se hace aplicando los procesos aquí conocidos, pues gracias a las técnicas, perfecciones o imperfecciones, quién tejió, qué lana se usó o cómo se diseñó, cada prenda es irrepetible. En Rebancá, incluso se encuentran con la “posibilidad de entender cada pieza cómo única”, de ahí que cada una tenga un nombre.

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La pieza de Jason Momoa es única en el mundo, así de única es la que doña Elena le regaló al presidente de la República, anécdota que cuenta con cierta emoción, y únicos son los amigurumis que ofrece Nopza con animales de la fauna del altiplano. Además del toque que tiene toda pieza de arte: “que tejen su prenda con pasión y con amor”.  

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Cada pieza es tan única como la tradición, como el arte de unir dos disciplinas con respeto, tan única como el legado que la abuela de doña Elena construía en el camino de sus haceres cotidianos y el legado que Rebancá construye con su equipo de artesanos jóvenes, tan única como una artesanía, pero también como una pieza exclusiva de diseñador.

Investigación: Katherine Ramírez 

Entrevistas y reporteo de campo: Katherine Ramírez - Marysol Munévar

Redacción: Marysol Munévar

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